CALMA INTERIOR


¿Alguna vez has vivido una situación (en tu trabajo, en tus estudios, en tu familia, en tus relaciones de pareja...) en la que has sentido que tu mundo interior no encajaba con el mundo exterior?




El ser humano está compuesto de grandes capacidades, de diversas complejidades y de infinitas debilidades. Estas debilidades, que no las menciono como elemento negativo de la especie humana sino como aspectos de nuestra persona a mejorar, son las que nos llevan a cometer errores. A su vez, estos errores son los actos que nuestro contexto sociocultural nos ha hecho ver como un fracaso cuando en el fondo son pequeños éxitos. ¿Y por qué éxitos? Porque extraemos un aprendizaje de ellos. Mi pensamiento es que las experiencias buenas enriquecen y proporcionan un aprendizaje a nivel intelectual, mientras que las experiencias malas proporcionan un aprendizaje vital que influye en nuestro desarrollo personal madurativo. De esta forma, si colocáramos estos dos aprendizajes en una balanza, tendría más peso el aprendizaje que hemos extraído de las malas experiencias e incluso de nuestro propio sufrimiento consentido. 

El ser humano tiene una costumbre muy fea: alargar aquello que le genera malestar. Las personas somos capaces de seguir estudiando lo que no nos apasiona. Somos capaces de seguir trabajando en lo que no se ajusta a nuestra formación académica y que, incluso, no nos hace felices. Somos capaces de relacionarnos con personas con las que no estamos a gusto. Somos capaces de mantenernos encerrados cual pájaro en una jaula en una relación de pareja o en un matrimonio. Somos capaces de ir tras el rebaño con tal de no ser infravalorados/as y considerados/as un bicho raro. La de veces que habré dicho "sí" cuando en realidad era "no", la de veces que he dicho "vale" cuando en el fondo era "no me apetece/no quiero", la de veces que he dicho "bien" cuando mi interior me pedía gritar "mal". ¿Y dónde se encuentra la raíz del problema de mantener una falsa realidad mientras nos autodestruimos? En la educación. En ese enfoque tan mal ajustado que se centra en lo que hay a nuestro alrededor y no en lo que hay en nosotros/as mismos/as. Ese foco de atención puesto en el mundo exterior y no en el mundo interior. 


Desde la infancia se nos predispone a ser futuros/as universitarios/as, en algunos casos incluso a seguir los mismos pasos que nuestros padres, y nos preguntan el clásico "¿qué quieres ser de mayor?". Nos predisponen a vivir una concatenación de experiencias basadas en los estudios, el carné de conducir, el trabajo, el piso, la pareja, el matrimonio, la maternidad/paternidad... y oye, ¡cuidadito si te saltas alguno o los cambias de orden! La educación que hemos recibido nos hace valorar más esas vivencias consideradas como "logros" e identificarnos con ellas hasta el punto de que podemos llegar a machacarnos psicológicamente si no las alcanzamos. Pero... ¿y nosotros/as? ¿Y nuestro bienestar personal? ¿Qué ocurre con nuestro mundo interior, con nuestros sentimientos, con nuestra personalidad, con nuestra esencia? ¿Alguien se preocupa por ello?  Siento decir que no. Por esta razón, uno/a mismo/a se ha de preocupar porque no se nos ha enseñado a mirar hacia dentro, a tener conversaciones con nuestra persona, a preguntarnos qué es lo que queremos o cómo nos sentimos, a pasar tiempo en solitario, a querernos, a aceptarnos con nuestras fortalezas y con nuestras debilidades, a ser nuestro mejor compañero/a de viaje. Somos la única persona con la que vamos a pasar el resto de nuestra vida, ¿de verdad hemos de ir en nuestra contra por cumplir con los roles sociales establecidos, por cumplir con las expectativas de los demás, por ser reconocidos/as y valorados/as por quienes nos rodean? Considero que toda aquella persona que realmente te conoce, te aprecia y te valora como ser humano, no le va a dar importancia a esos "logros" porque sabe que vales mucho con o sin trabajo, con o sin estudios, con o sin pareja, con o sin modelo de vida estándar... La persona que te exige y te regaña por no seguir el mismo camino que los demás, es mejor dejarla fuera de liga. Nos merecemos personas que nos quieran y que nos valoren por como somos al margen de los packs que la sociedad le ha impuesto al individuo. 


A lo largo de nuestra vida atravesamos muchas etapas y de todas ellas se puede extraer un aprendizaje. Existe la etapa de la formación académica, la etapa de desarrollarse profesionalmente, la etapa de buscar empleo, la etapa de hacer nada, la etapa de viajar, la etapa de la soledad, la etapa de la pareja, la etapa de las amistades, la etapa de la locura, la etapa del autoconocimiento, la etapa de la búsqueda de caminos... Todas son importantes y necesarias, sin embargo, lo fundamental es que te sientas bien. Nuestro cuerpo es sabio y nos avisa a modo de alarma cuando las cosas no están bien. Cuando no están bien dentro de nosotros/as. Cuando el mundo interior no se ajusta al mundo exterior. Nervios, tensión, nudo en el estómago. Estos síntomas son los que, cuando realizamos una tarea o estamos viviendo una determinada etapa, nos alertan de que algo no va bien. Lo peor es que estos síntomas, a largo plazo, pueden llegar a producir enfermedades especialmente si las emociones y las preocupaciones se acumulan al no verbalizarlas. 

BASTA. 

Lo primordial es nuestro bienestar personal. Nuestro bienestar aunque estemos solos/as, aunque no hayamos finalizado nuestros estudios, aunque nos quedemos sin empleo o lo cambiemos, aunque tengamos que decir "adiós" a ciertas personas... Esa es la principal prioridad que el ser humano debería tener: su propio bienestar. Aprender a respetarnos, a apreciarnos, a comprendernos, a conocernos, a ponernos a prueba, a superar nuestras dificultades, a autorregularnos y a liberarnos. Dejar de lado esos packs que tanto nos condicionan. Si lo que se realiza nos hace sentir bien, disfrutemoslo. Si no es así, es preferible deshacerse de las cadenas mentales que nosotros/as mismos/as nos imponemos: "es que tengo que encontrar trabajo", "es que tengo que terminar la carrera", "es que tengo que continuar en esta relación/matrimonio"... Tengo que, tengo que, tengo que. ¡¡Vivan las distorsiones cognitivas!! Las distorsiones cognitivas son pensamientos irracionales que no tienen una base real. Eso quiere decir que son sólo cosa de nuestra mente. La distorsión conocida como "debo o tengo que" es la obligación que la propia persona se impone y se exige al creer (erróneamente) que debe cumplir con unas expectativas que, en realidad, nadie le ha puesto. Todo ello conlleva sufrimiento. Enfrentarse a la realidad, tomar decisiones y romper con este sufrimiento no es fácil, sin embargo, es necesario. Al fin y al cabo el sufrimiento es el preludio de la transformación porque, gracias a él, reflexionamos.

El resultado de la liberación de aquello que nos produce malestar, lo que desentona nuestro mundo interior, es la calma. La mente te dirá que has dejado atrás esto, esto y lo otro que supuestamente era tan importante, pero tu corazón te corroborará que has hecho lo adecuado. La esencia de cada persona está ahí y dicha esencia comprende las fortalezas, las debilidades, las experiencias pasadas, los sentimientos, las carencias... Los títulos académicos, el puesto de trabajo que desempeñes, la presencia de más o menos parejas, los idiomas que controles, etc. son complementos que la (supuesta) evolución de la estructura socio-económica ha ido añadiendo a nuestras vidas.

Y sí, la calma interior tiene tanta fuerza que todo lo de nuestro alrededor se convierte en indiferencia.






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