NO ME CORTES LAS ALAS

Las personas venimos al mundo desnudos, desprotegidos, llorando y sin ser conscientes de lo que nos rodea, de lo que somos... En nuestros primeros años de vida empezamos a darle forma a nuestro mundo, a escuchar, a oler, a tocar, a hablar, a andar, a reconocer personas y objetos. Todo esto lo hacemos gracias a la ayuda de nuestros pilares fundamentales: los padres.

Seguimos creciendo y tomamos conciencia de nuestro alrededor: el colegio, la familia, los amigos, los juegos... Vivimos en una especie de burbuja en la que somos felices y no existen generalmente problemas (también es cierto que la infancia de cada persona depende del país, de la zona, del contexto familiar...). Llegamos a la pubertad y nos convertimos en seres revueltos por las hormonas. Este cambio produce una alteración en la clasificación de valores. Anteponemos la amistad a la familia y actuamos con pasotismo. A partir de esta etapa empezamos a ser incomprendidos. Tus padres no entienden tu comportamiento (¿acaso no han pasado ellos por esa edad?) y creen que la mejor manera de solucionar cualquier dificultad es, en vez de dialogar, recurrir al castigo. Existen dos tipos de castigo: el positivo en el que aparece un estímulo (regañina, por ejemplo) por un comportamiento inapropiado; y el negativo en el que se retira un estímulo agradable como consecuencia del comportamiento inapropiado. El castigo negativo es el que solemos recibir y es, precisamente, el que no se debería hacer.

Unos añitos después entramos en la adolescencia. Nos encontramos con las emociones, las sensaciones, los sentimientos, los pensamientos propios. No comprendemos, principalmente, nuestros sentimientos. Claro, ¿quién nos ha hablado de ellos, si lo más cercano es lo que hemos visto en las películas o hemos leído en libros románticos? Cuando nacemos no llevamos bajo el brazo un librito que nos oriente sobre cómo pensar, cómo sentir, cómo VIVIR. Quizás deberíamos haber recibido información y apoyo ante las dificultades que surgen en esta etapa por parte de esos pilares tan supuestamente importantes en nuestras vidas, pero ¿acaso han estado ahí? ¿Acaso son conscientes de que todo lo que nos aporten o no va a influir en nuestro desarrollo y madurez posterior? ¿Acaso creen que vamos a desarrollarnos adecuadamente como personas si sólo resaltan nuestros defectos? ¿Acaso es malo que cometamos errores? El error y el desconocimiento de cualquier materia es la llave para abrir las puertas al conocimiento y la experiencia. ¿Por qué ha de ser negativo?

Cuando llegas a la juventud, que es hasta donde puedo escribir, ya eres totalmente consciente de la realidad. Ya te has llevado algunas alegrías, has conseguido algunos logros (pocos, pero logrados), te has llevado varias decepciones y has tenido que tomar decisiones importantes para ti. Sí, los jóvenes tomamos decisiones importantes y, en el contexto de nuestra toma de decisiones, no están aquellos que sí deberían. Se acercan a ti para felicitarte por tu logro conseguido, pero no te apoyan en el proceso aun teniéndolos todos los días al lado. 

Tengo la sensación de que esos pilares sólo se sentirán orgullosos de nosotros cuando ya tengamos títulos universitarios, trabajo, sueldo propio, casa propia, familia... pero, para conseguir estas metas (que no todos los jóvenes tenemos), es necesario pasar por un proceso que se encuentra en continuo cambio: nos decepcionamos, caemos, nos levantamos, sacamos ánimos, avanzamos, caemos, nos frustramos, nos volvemos a levantar, seguimos adelante... y, al final de ese trayecto, logramos nuestra meta. Lástima que sólo se vea la superficie, la alegría del logro conseguido y no el camino. Lástima que esas metas no puedan conseguirse o no puedan llevarse con ánimos por las influencias famliares. Nos cortan las alas.

No somos adultos, tampoco niños. A pesar de nuestra juventud, somos capaces de ser autónomos y podemos ejercer libremente la autodeterminación: derecho y capacidad de toda persona de tomar las decisiones que considere oportunas en su vida en base a sus preferencias y sin dejarse llevar por las influencias externas. Queremos vivir a nuestro modo, aun aceptando que no podemos ser totalmente libres e independientes. No nos limitéis, dadnos alas para volar.






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